El caballo Marshall. Marbury v Madison…un clásico. 

Finalizaba Octubre del año 1800 y las elecciones tuvieron un final cabeza a cabeza infartante. Menos mal que no estaba Steve Kornacki con su pantallita interactiva porque le hubiera dado algo. De un lado, los federalistas en el gobierno y del otro Jefferson, demócrata republicano. No se bien qué mojo hubo entre el voto popular y el colegio electoral y la cosa se resolvió casi que arrancando pelito.
El presidente saliente, Adams (no Samuel que es el de la cerveza, sino John,) tenía hasta marzo de 1801 para dejar arregladas algunas cositas, de manera de no quedar en Pampa y la Via, ya que perdían la presidencia y el Congreso. Así las cosas, no tuvo mejor idea que crear algunos juzgaditos y nombrar algunos jueces amistosos, entre ellos el bueno de Marbury. En ese entonces, el Secretario de Estado era John Marshall, que, a la sazón, también era el Chief Justice en la Suprema Corte. Entre gallos y media noche, el gobierno de Adams propuso los jueces y el Congreso los aprobó. Faltaba, simplemente, echarle la sal y comerse el huevito: la diligencia de entregar las somisiones a los designados. Ahora, con esto del email, se dice fácil pero te quiero ver en los tiempos de mama y tata, cabalgando por aquellos lares, todavía con un fresquete importante porque el invierno recién se estaba yendo, tratando de encontrar a fulano y a mengano. Marshall le puso toda la onda, la firma y mandó al hermano, James a repartir, pero no llegó: le quedaron 4 por notificar. Con una sagacidad mínima, ya estarás intuyendo que uno de esos cuatro fue el pobre Marbury, que quedó con la sangre en el ojo, a punto de conseguirse una changa interesante cuando llegó Jefferson y mandó a parar. Ni lerdo ni perezoso, interpuso una demanda pidiendo que la Suprema Corte ordenara al Secretario de Estado, que en ese momento ya no era Marshall, sino que vendría a ser Madison, supongo, que entregara la comisión que había sido autorizada por el Congreso y mediante la cual se convertiría en juez.
El Congreso dominado ahora por los republicanos demócratas (o demócratas republicanos, no lo tengo claro), derogó la ley que modificaba la estructura judicial y para asegurarse, suspendió como por un año las sesiones de la Suprema Corte, como para ir mostrando por donde venía la bocha.
Marshall que no tenía un pelo de zonzo, se vio venir que si se ponía de punta con el gobierno lo iban a enterrar y le quedaba poca vida. Entonces, en un golpe maestro, cambió la suerte de la Suprema Corte de Justicia para siempre.
Fallar a favor de Marbury hubiera sido lo esperable, teniendo en cuenta que Marshall integraba el gobierno que lo había nombrado y su propia firma estaba estampada en la orden…sin embargo habría sido una victoria a lo Pirro porque en menos de lo que dura la manteca en la boca el perro, Marshall y el resto de los jueces de la Suprema Corte habrían quedado afuera y bailando, el poder de la corte desprestigiado y el campo hecho orégano para que Jefferson nombrara a todos los jueces de nuevo…un bolonqui de proporciones.
A Marbury lo enterró, pero, al tiempo que no le daba el remedio que esperaba, el fallo estableció la posibilidad de revisión judicial no solo de los actos legislativos sino de las acciones ejecutivas que involucran deberes gubernamentales y derechos individuales, y estableció que el Congreso no puede expandir la jurisdicción original de la Suprema Corte. En otras palabras, le puso los pantalones largos y le dio la relevancia que hoy tiene dentro del sistema de pesos y contrapesos del gobierno de los Estados Unidos.
Miralo tu…

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