La última pieza

Acabo de poner la última pieza en el puzzle. Estarás pensando que hablo en sentido figurado y que es una figura para expresar que me di cuenta de algo fundamental en mi vida. Pero no, solo acabo de poner la última pieza en el puzzle.   Algunas veces necesito concentrarme en un punto fuera de mis preocupaciones cotidianas, de mis incertidumbres y mis certezas, de mis ansias, de mis propias ilusiones, de mis desencantos y hasta de mis planes más maravillosos. Comencé a armarlos en esos tiempos vedados a la lectura, de hijos chiquitos, de sillones esquivos. Cada tanto alguno pasa y colabora con una pieza y yo lo dejo. Esta vez decidí hacerlo lentamente, sin apuro por llegar al final. Y esos espacios, en esos tiempos, junto con cada ficha las ideas se iban acomodando también, creando formas, empezando a tener sentido.

Es que armar un puzzle es como vivir. Caigo seguro en un lugar común, pero ya le he perdido el respeto al miedo de caer en lugares comunes. Las fichas están en la caja, es solo cuestión de ir poniéndolas donde van pero cuando se empieza, nunca se sabe cuál es la última pieza.

El dibujo no importa: puede ser un paisaje campestre, una casa en la montaña, un árbol de navidad. El único requisito, que las fichas no sean todas iguales. (Parece una obviedad, pero una vez aparecieron en Montevideo unas cajas de puzzles chinos cuyas fichas tenían todas el mismo troquelado).

A primera vista, se miran las piezas y parece imposible creer que algún día podremos distinguir los mil tonos de verde, diferenciar el blanco de la nieve de la pintura de la puerta. Los ojos todavía no se acostumbran. Pero uno se vuelve un experto catador de sutilezas, y los matices de colores, las pequeñas variaciones en las formas se hacen evidentes ante nosotros.

No se si  hay una técnica pero la mía es empezar por los bordes, identificar los contornos y armar el marco. Y luego empieza el tanteo, la ansiedad por avanzar, las ganas de abandonar, el disfrute cuando se cubre una parte difícil, las noches de cerrar los ojos y todavía ver las formas de esas piezas, la satisfacción de terminar y la melancolía de que haya pasado.

Si, como en la vida, la última pieza no sabe es que la última hasta el final.

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