Tango

Desde siempre el tango sonó cerca de mí: Gardel a las horas pares, de lunes a viernes, la tana Rinaldi los sábados de mañana mientras mi madre ventilaba y limpiaba frenéticamente los objetos inertes y hacía salir del letargo a los que pretendíamos hacernos los muertos para quedarnos quietos.

 Estaba en casa el tango sensiblero de la abuela, el de Grandes Valores del Tango y  estaba el tango combativo de mamá, la poesía de Eladia Blázquez, el mundo insondable de Piazzolla.

El tango siempre estuvo ahí, como banda de sonido de la infancia, apartado suavemente luego en esas épocas en las que hay menos lugar para la melancolía.

Recuerdo mi adolescencia en La Máscara, escuchar las letras, ver como se entrecerraban unos ojos, ver como se apretaba el pucho entre los labios finos y recuerdo dejarme llevar…pero recuerdo no entender.

Y me viene, de golpe, aquel bandoneón a orillas del Sena en el Exilio de Gardel…y recuerdo la emoción de aquellos 14 o 15 años pero aún recuerdo no entender.

Pero el tango volvió.  “Volvió una noche”,  “en silencio y sin un reproche”, lo dejé entrar y se quedó conmigo, a regar la nostalgia, a darle forma y cadencia a los sentimientos. Serán los años, pensé,  será que es cierto que uno “vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida”.

Y así venimos, en comunión casi diaria desde que me hice adulta, un tanguito, una copa de vino, un cigarrillo, el encuentro con esas emociones dibujadas en imágenes que no precisan ni admiten traducción.

Y andaba hoy en esa recorrida, entre los arrabales, la poesía, las voces ásperas, entre lunas que ruedan y semáforos que guiñan a los locos, cuando me encontré con Ruben Juárez y me quedé pegadita a él. Me quedé escuchando, me quedé colgada de sus gestos, prendida a su mirada, a su forma de  decir, a sus manos sobre el bandoneón blanco, acurrucada en cada tango.

Y pensé que era esta que hoy soy la que allí estaba y, de repente, mi madre me pregunta si lo recuerdo. Y no, no lo recuerdo. Y me cuenta que yo, de unos seis años, iba a escucharlo a Bardos, donde mis padres trabajaban por las noches de un breve tiempo de la infancia. Un lugar para mi lleno de misterio, del que apenas retengo el escenario, unas mesitas cuadradas, una escalera de peldaños abiertos y unas casatas de helados SMAK de tres sabores.

Y entonces entiendo. Como entendí en mi andar suelto por Montevideo la semana pasada, que el alma está llena de emociones dormidas y que hay estruendos que no pueden conmoverla pero alcanza el sutil sonido de un bandoneón para despertarla. Y entendí, como entiendo cada vez que salgo de mi exilio mullidito y lleno de cosas lindas, el exilio más áspero de mi viejo, su peregrinar por los bares, las esquinas, los amigos, volviendo por baldosas que conocen tus pasos de memoria aunque vos pienses que las has olvidado.

Me quedé pensando en tus palabras. Primero, tratando de asir ese momento en ese patio, en un día de marzo, seguramente lleno de emociones, dejando a nuestras hijas mayores en la escuela  por primera vez..

Y me quedé colgada también en esa idea de que a la melancolía hay que combatirla…y sabés que yo la quiero, me hice amiga. Dos por tres la enfrento, porque, como comentaba el otro día, creo que si le das la espalda, te garronea los talones. En el diccionario solo se habla de tristeza y hasta de vilis negra para definirla pero hace tiempo yo me inventé una palabra para distinta: melancolanza. Un sentimiento que es añoranza, nostalgia pero también esperanza, también darse cuenta que el hoy que transitamos despreocupadamente será un día mirado con los lentes del tiempo y la distancia. Para eso sirve la nostalgia, para vivir cada momento, sabiendo que lo que lo hace más precioso es  precisamente su fugacidad.

La distancia física en que hemos elegido vivir a veces hace las cosas más complicadas pero una también aprende que en el único sitio en el que no se puede vivir es lejos de uno mismo.

Lo demás, son escenarios.

Me trajo la charla este poema de Benedetti:

Se me ocurre que vas a llegar distinta
no exactamente más linda
ni más fuerte
ni más dócil
ni más cauta
tan sólo que vas a llegar distinta
como si esta temporada de no verme
te hubiera sorprendido a vos también
quizá porque sabés
cómo te pienso y te enumero

después de todo la nostalgia existe
aunque no lloremos en los andenes fantasmales
ni sobre las almohadas de candor
ni bajo el cielo opaco

yo nostalgio
tú nostalgias
y cómo me revienta que él nostalgie

tu rostro es la vanguardia
tal vez llega primero
porque lo pinto en las paredes
con trazos invisibles y seguros

no olvides que tu rostro
me mira como pueblo
sonríe y rabia y canta
como pueblo
y eso te da una lumbre
inapagable

ahora no tengo dudas
vas a llegar distinta y con señales
con nuevas
con hondura
con franqueza

sé que voy a quererte sin preguntas
sé que vas a quererme sin respuestas

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